Luego de la cosecha y cansado de mi suerte,
con mi carga pesada, de la chacra regresaba.
Bajo un sol abrasante, fuerzas y agua faltaba,
y al cielo imploraba, ¡Venga por Dios la muerte!
No tardo en llegar ésta, y al verme casi inerte,
con voz de ultratumba me dijo: ¿me llamaba?
yo no he sido señora, fue mi burro el que hablaba,
y fue tal la patada, ¡Ay qué dolor, qué fuerte!
Seguimos avanzando, encima del burro ahora,
Con los huesos rajados, la carga de mangos,
Y el canturrear del viento cual avecilla canora.
¡Ah! muerte que nos sigues oculta entre huarangos,
dejad que siga andando, y os pido a usted señora-,
-¡deje de mirar tanto, y cargue usted los mangos!-.