Amador de luna llena,
virgen niña de sus ojos,
entrelaza los poemas
deshaciéndose en antojos,
escritor de cien novelas,
amante como pocos,
me deja el alma en pena
y un baúl con los despojos.
Trovador de horas muertas,
Atenea de sus ganas,
va abriendo cada puerta
y cerrando las persianas,
con la mirada resuelta
siembra campos de nostalgia
en mi piel que por su vuelta
arma puentes de la nada.
Doctorado con honores
en el arte de olvidarse
de juntar todas las flores
antes de poder marcharse,
tatuado en mil amores
donde yo soy una parte,
el dibujo con su nombre
se hace sello de mi carne.
Vividor de los veranos
más eternos de la tierra,
vencedor de los tiranos
muros grises de mis penas,
se me escapa de las manos
cual si fuera hecho de arena,
me deja sufriendo en vano
en la más silente espera.
Artista de la vida,
malabares de ilusiones,
de promesas, despedidas,
de proyectos y pasiones,
se incrusta en mis heridas
que sangran corazones,
me adormece en sus caricias
bajo los sauces llorones.
Navegante de estrellas,
mendiga de sus labios,
defensor de las doncellas,
aprendiz de viejo sabio,
el poder de las certezas,
cicatrices de corsario,
aún yo quiero ser la dueña
de su amor legendario.