Estas humildes palabras
las dedico a mi buen amigo Humberto.
Él ha venido a acompañar mis
frías tardes de silencios y otoños
suspendidos en el tiempo,
Posee un alma inquieta y presurosa.
Agareno sobre la altivez de su cabalgadura,
tiene firme la voz para impartir órdenes
no le tiembla la mano sobre Fogonazo, su caballo.
Trae en su morral, historias de míticos guenoas,
de exilios que duelen y de cómo fue creciendo
el velo de las brazas en el fuego del hogar.
Al apagarse las cámaras y luces
él abrió una ventana, su ventana al campo.
y desde allí me comenta como las lanzas
de la lluvia a veces, mudan su vuelo sobre la
rubia cabellera del trigo, desolando los prados.
ÉL va esparciendo viejos sueños
sobre los pastos del llano
y un trozo de libertad se desprende
de su pecho, más la búsqueda ignota,
la utopía acunada en sus ojos
jamás encontrará su final,
y aunque llene sus días de trajín
con los nietos correteando la fogata,
yo he visto emigrar aves negras de su alma.
Su viejo canto de tierra y de ganado,
se fue enredando en mis pupilas,
cómplice de recuerdos.
Ha devuelto a mis sentidos
aquel olor almizcle tan familiar para mí,
de los corderos en la infancia.
ese que se quedó colgado en mi memoria
como un lamento triste.
Cuando la plumaria extiende su rosario
de perfumadas lágrimas sobre los portales,
Amigo, no tengo para darte, más que campanas,
el bronce de mi voz atravesando lejanías
anunciando primaveras en flor.
Alejandrina
/08 /09 /2012 /