Ahora, - bien sabes, no tengo otro instante -
abriré para ti el capullo de mis rosas;
cortaré mis espinas y me acercaré a ti
para estrecharte entre mis ramas,
entre mis flores y mis hojas;
para mecerte al suave murmullo
que la brisa de una eternidad exprese.
Una eternidad para el rescate,
hasta que el olor de mis pétalos
evoque en ti vivamente,
el tálamo de nuestro primer amor.
Una eternidad abrazado a ti,
hasta que mi encendido rubor
y las tersas caricias de mi virginal flor,
permita que despiertes del profundo sueño
hasta nuestra total y mutua admiración.