Diaz Valero Alejandro José

Cotidianidades de mi tierra II

EN EL CEMENTERIO


Vitelio era un hombre de casi cuarenta años cumplidos, era alto robusto y muy agresivo, pero cuando iba al cementerio se volvía manso y extremadamente dócil. Casi todas las semanas al finalizar su jornada de trabajo los sábados al mediodía iba a visitar la tumba de su hijo, el único hijo que tenía y que murió de una extraña enfermedad apenas cumplidos los nueve años de edad.

 

Esa tarde Vitelio estaba ante la tumba orando, que mas que oraciones a Dios, era largas conversas con su hijito fallecido; tal vez diciéndole cosas que nunca le dijo en vida,  y ahora las decía de muy buena gana; nunca quiso darle malos ejemplos y ahora que había muerto, mucho menos.

 

De pronto, Vitelio sintió a sus espaldas el peso de una mirada; disimuladamente volteó la cabeza y vio a escasos tres o cuatro metros,  un hombre de casi su misma edad, pero menos robusto que él…

 

-Buenas, desea algo compañero

 

-No, nada, ¿Hay algún problema en que me pare aquí?

 

-No, pero pensé que eras un espíritu vagando por estos lugares

 

- Ahora si te volviste loco, aquí el único espíritu que vaga sois vós. Yo soy Chucho el enterrador; yo trabajo aquí.

 

-Aja, y no teneís oficio que hacer que estaís parado allí como una momia

 

-Ósea que no puedo estar en el cementerio, ¿también me lo vais a prohibir? Sois vos más bien el que estáis invadiendo mi terreno

 

-Bueno ya que estáis parao ahi, ¿Porqué no me ayudáis a limpiar la tumba de mi hijo?

 

-Vós si sóis pasao, limpiála vós

 

- Es que estoy un poco cansao, echáme una manito primo

 

-Yo lo que te quiero decir, es que no vengaís tan seguido por aquí. Tu hijo está allí, él de allí no se va a mover, ninguno de los difuntos que están aquí enterrados se ha movido de su sitio. Más bien orá por él, para que su alma descanse en paz, y eso lo podeís hacer desde tu casa.

 

Terminada de oír esa frase Vitelio buscó la presencia de Chucho y no la vio por ninguna parte, había desaparecido ante sus ojos a plena luz del día, cuando la tarde recién comenzaba. Así que Vitelio sin perder tiempo se levantó de donde estaba y dijo en voz alta: “¡Avemaría purísima, como que si es verdad que es un  espíritu!”  Y salió esmachetao rumbo a la puerta de salida del cementerio.

 

Vitelio, Vitelio

a donde váis

quedáte en el cementerio

no huyáis.

 

Yo con los vivos

soy macho completo

pero no he aprendido

a pelear con muertos.

 

Vení, no te asustéis

soy de carne y hueso;

si vos queréis

te doy mi almuerzo.

 

No, mi panita

mejor me voy

tengo una visita

como a las dos.

 

Y cuentan que Vitelio

jamás volvió

y pisó el cementerio

después que murió.


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