Desprevenidos remolinos amalgaman
a mis dedos lodo envejecido.
De un tiempo a esta parte despierto
a oscura oliendo a carne
sin la subordinada carne.
Recuerdo que daban
tonos rojizos mis amaneceres
que las distancias
la mantenían mis ojos.
La bruma choca siluetas
desde este punto equidistante a ti
El rompeolas derrite la noche
tanto amor es insoportable.
Nubes y la locura de conducir
la tormenta al mar.
Mirando al firmamento como pasan
las luciérnagas supersónicas.
La mecedora se inquieta al verme.