I.
Miro este planeta azul
que rueda como lágrima limpia.
Más lejos miro el sol
que flamea inconcebibles banderolas de fuego
mientras la polilla de la vida
gira
en torno a esa inmensa flama.
Más allá de nuestra galaxia otros planetas.
El planeta Arturo
mil veces más extenso que el sol
me sobrecoge. Mil veces
más imponente que el planeta Arturo
me deslumbra Antares. Silencioso
miro la dimensión humana
trago saliva
parpadeo
y comprendo
por qué somos perdonados setenta veces siete.
II.
A distancias inimaginables
locas vestidas de luces en expansión furiosa:
las nebulosas.
A tres mil años luz: la Nebulosa de la Hormiga
acumulando
cientos de soles como nuestro sol.
A cinco mil años luz: la Nebulosa del Esquimal
atrapando miles de planetas como Arturo.
A cinco mil quinientos años luz: la Nebulosa del Cisne
salpicando al infinito
miles de planetas como Antares.
A nueve mil años luz: la Nebulosa Trífida
cuna estelar fabricando collares de protoestrellas.
Unas más hermosas que otras
y todas
tan lejanas
que al pensar
se agota el pensamiento y no llega más allá del sol.
Trago nuevamente saliva y vuelvo a comprender
por qué somos perdonados setenta veces siete
mi buen Dios.
Siendo tan pequeñitos
¿a quién le podríamos dañar si no es solo
a nosotros mismos?