¡Escribe, poeta, escribe!
No importa si es la noche más oscura
o si el día refulge cual arete,
si es con teclado, pluma o estilete,
si es con mente cabal o con locura.
Poco importa si el numen se apresura,
si es en la servilleta de un banquete,
si es en la parca hoja del retrete,
si es en grata o incómoda postura.
Otorga rienda suelta a las agallas.
Tórnate ducho, necio y aguerrido,
que tu alma se derrame de su aljibe.
Vana es la gloria, nimias las medallas.
El más grandioso honor es ser leído.
Solamente, poeta: ¡Escribe… escribe!