No me sirvas
de tu vino
en esta noche,
me haría mal degustarlo
en tu presencia,
y no quiero que recorra
dentro mío
el camino del final
de mi insistencia.
Sólo quiero hablarte
con gestos indefensos
no palabras,
para que no exploten
en el ruido del silencio
ni se agobien
con el llanto
que me agota a mí,
llorarlas.
Es por eso no quiero
de tu vino,
pues caería el antifaz
de mi alegría,
dejando tras su sombra
impenetrable
ese amor,
que no me das,
ni me darías.
Marta Díaz Petenatti-