Hoy, hoy me has desprendido el alma,
Voló de mi cuerpo erguida como paloma emigrante;
Y yo, yo de dolor y angustia por la tristeza causada,
Pensé por varios instantes, ir a quitarte la vida.
Pero hacía el cielo miré y entre una nube blanca,
Vi la mirada de Dios, que ya mi mente leía;
Y me habló, me dijo tú no lo hagas; que yo de ella me encargo,
La verás sollozar más tarde, tu amor convertido en llanto.
Mas las cosas no suceden como se suelen soñar,
A mi alma yo le hablaba, le decía eras mi todo;
Que nada podría borrarte, que eras mi reina, mi santa;
Y hoy que le digo al corazón, que lo has dejado tan solo.
Mil ideas se me ocurren, pero yo no soy tan tonto,
Y si dejo que el coraje se apodere de mi calma,
Por la culpa de nosotros, han de sufrir otras almas,
Que no debemos herir, menos con sangre mancharlas.
Hoy, hoy me has desprendido el alma,
Y maldecirte no puedo, aunque la rabia me ciegue;
Y yo te amé con pasión, no con engaños, ni aún con mentiras crueles,
Y el daño que hoy me causas, lo has de pagar con creces.
Hasta en cara me has sacado cosas que han sucedido;
Como haciéndome culpable de muchos de tus fracasos;
¿Pero acaso yo, estoy en un pedestal?
O en nicho de cristal,, O estaré hecho pedazos?
Por lo menos tú te llevas, la alegría de la vida,
Gozándote de tu acción, y la mía queda herida,
Pero que seas feliz, que a mi la suerte me niega,
Encontrar felicidad, la que contigo sentía.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita