Yo no te digo adiós, porque presiento
que al pronunciar esa palabra triste
arrancaré la dicha que me diste,
talvez te borre de mi pensamiento.
Talvez llene mi vida del tormento
que acompaña a los seres sin consuelo,
talvez se nuble a mi mirada el cielo
y me aplaste mi propio sufrimiento.
Solo dicen adiós los que han perdido
la esperanza fugaz de dar un beso,
o el valor de sufrir por lo querido.
Y en el lenguaje que la suerte labra,
decir adiós es abarcar la muerte,
en el sonido gris de una palabra.