Mientras regresaba a casa pensaba en lo que había pasado
Nada en la tierra me podría distraer de semejante acontecimiento
Pensaba en la fragilidad del mundo, así como en la fragilidad del alma
Creía que las cosas no solo pasaban por si solas, sino mas bien que habría alguien o algo que las manejaba de alguna manera.
Aun no lo podía creer, no podía asimilarlo, son muchos años pasando la misma rutina, la misma historia, la misma costumbre, la misma soledad
Pensaba en la familia que nunca he tenido, en el trabajo monótono y sin progreso, en un callejón sin salida que se había convertido mi vida desde hacia ya algunos años
Lo único diferente fue lo que me paso de regreso a casa, a una casa solitaria y sin vida, llena de latas en la alacena, sopas instantáneas, un montón de carne en el refrigerador, no podría comprar verdura porque se me echaría a perder, era mejor comprarla al día que la cocinaría.
Los muebles viejos pero nuevos a la vez mostraban la ausencia de chiquillos en ese pozo frio y solitario al que le llamaba hogar. El licor añejo en la cava solo me hacia ver que ni el alcohol me satisfacía, solo las compañías femeninas que asistían a mi casa de cuando en cuando calentaban mi alma por breves momentos. No había mas que hacer por mi, ni siquiera la radio o el televisor se encendían desde hacia ya un tiempo, solo en ocasiones mientras cocinaba los encendía para sentir compañía.
La soledad, el olvido, la monotonía y la completa ausencia de mi vida parecían conocerme mejor que ninguna otra mujer, sin pareja, sin amigos, sin esperanza. Solo lo ocurrido esa tarde camino a casa me dejo ver que hay cosas distintas allá afuera, que la apatía que sentía era solo un demonio apoderado de mi mente y mi alma, demonio que no podría derrotar con las pocas fuerzas que tuviera por dentro.
Esa tarde, esa tarde cambio mi vida. Camino a casa vi claramente lo que frente a mi paso guardaba el destino, vi claramente como un hombre con una pistola arrebataba la vida a otro, le vi correr, solo se llevo su maletín, y el hombre tirado en el piso forcejeaba por no morir, atónito me quede, mi ser entero trataba de despertar de ese sueño tan extraño y poder ayudar al hombre, pero el salirme de tal ruta a la monotonía me había dejado desconcertado, no podría concentrarme y mucho menos hacer algo al respecto, el resto de la gente que alrededor pasaba en lugar de ayudarlo corrió y en pocos segundos la calle quedo sola, sola y oscura, lejos de la presencia de Dios, solo ese hombre, yo y la negra oscuridad permanecíamos en el lugar, el tiempo pareció detenerse, parecía que las manecillas de mi reloj dejaron de emitir el fastidioso tic tac que en las madrugadas taladraba mis oídos.
El hombre con su ultimo aliento alzo su mirada al cielo como pidiéndole ayuda a su Dios, y luego volteo hacia mi, y fijo sus agonizantes ojos en los míos, sentí su miedo, sentí su dolor, y sobre todo sentí lo frio de la muerte que lo acariciaba como tratando de consolarlo, fue entonces que reaccione y me acerque a él, y tomando su mano trate de incorporarlo y arrebatárselo a la muerte, fue inútil, murió en mis brazos, y sus ojos, esos ojos que me hicieron despertar de ese sueño tan gris quedaron fijos a los míos con una expresión de terror mezclada con una enorme tristeza. No soporte y mi alma se quebranto, y comencé a llorar con un dolor interminable. No era mi hermano, no era mi padre, no era un amigo, era un ser totalmente desconocido para mí, era solo un humano mas caminando por la vida desdichada, a quien el azar y el maldito destino lo habían cruzado en mi camino para mostrarme su horrendo plan.
Murió, murió en mis brazos y seguí llorando lloraba como si mi alma me la estuvieran arrancando de mi pecho, como si mi corazón se hiciera añicos y saliera por mis ojos, ahogado en ese llanto tormentoso me di cuenta de que esa noche no lloraba solo por la muerte de ese hombre desconocido, lloraba porque él pudo salir de la pesadilla, él pudo escapar de sus problemas, él pudo escapar de su agonía.
Llore porque él estaba muerto, y había partido en mis brazos, y yo no pude hacer nada para ayudarle, llore porque sentí que el que murió en esa calle era yo, o tal vez porque me di cuenta que yo estaba muerto desde hacia muchos años y no lo había notado, muerto en vida como dicen algunos, muerto caminante, un zombi.
Mi ropa toda se lleno de sangre, mi pantalón de mezclilla marcaba el negro color de la sangre al secarse, mi camisa era prácticamente la esponja que absorbió todo su vital flujo. Puse su cabeza sobre mi camisa enrollada, tome mi maletín, y me marche a casa con la mirada perdida y la mente en blanco. No entendía nada, no sabía que pensar, en un segundo mi vida cambio por completo, y la rutina se terminaba de manera estrepitosa. Solo veía por donde quiera gente que estaba muerta y no lo sabía aun.
Cayó la lluvia unas cuadras antes de llegar a casa, cayó como si el hombre muerto hubiese abierto las puertas del cielo a la fuerza, dejando caer toda el agua para un inminente diluvio, para lavar su sangre de mi cuerpo, o simplemente para ayudarme a seguir despertando de tan insípido sueño.
Abrí la puerta de mi vacía, fría, gris y sombría casa, apenas y pude meter la llave, mis manos no dejaban de temblar, no sabia si era el frio, el impacto de la escena, o solo la realidad que había golpeado mi cara con fuerte batazo.
Me metí a casa, a la seguridad de mi fría casa, tire el maletín al piso, aunque pareció que de mis manos se me había resbalado por la falta de fuerzas en ella, o tal vez la falta de importancia de semejante lastre de mi vida, conforme caminaba me desvestí y me metí al baño, la regadera aun no sacaba el agua caliente y yo ya estaba en ella, todo lo demás parecía pequeño, agua caliente, agua fría, que importaba, si ya lo había visto todo, y una pequeñez como la temperatura del agua eran cosas que por mi mente no pasaban, solo lo ocurrido esa tarde.
Salí de bañarme, tome una mochila, la llene de ropa, tome mi dinero de la caja fuerte, mi chamarra, y mis documentos personales, mi visa, mi pasaporte, mis identificaciones, mis celulares, mis actas todo lo que me identificara y lo puse en una bolsa, todo me pensaba llevar de lo que en manos tenia, excepto los documentos. los arroje con la bolsa en un cesto en la recamara y vacié la botella de alcohol sobre de ellos y encendí fuego, la decisión estaba tomada, no solamente había muerto un desconocido esa tarde, habían muerto dos, desaparecería para siempre del mundo que ni en cuenta me tenia, mientras las llamas de mi identidad se reflejaban de mis perdidos ojos convertidos ahora en decididas ventanas a la vida tome mi maleta y me fui a la cocina, de la cava saque todas botellas y las rocié sobre la sala, la recamara y la cocina, una vez terminado patee la papelera donde aun ardía mi vida anterior dejando salir el infierno entero en la que hasta ese momento era mi casa, reí a carcajadas y mis lagrimas inundaron mis ojos nuevamente, el delirio estaba apoderado de mi pasado, pero mi presente estaba lleno de una sola decisión, vivir. Cerré la puerta mientras las llamas consumían mi vida pasada, y tome camino a lo desconocido..
^Scorpion_05