Son todas las mismas razones de siempre, incluso las que no estaban en la lista, las dejé al borde de la mesa y cayeron... Son todas las mismas razones de siempre, que hacen tener el alma demasiado remendada, esas razones de no cumplir con el único requisito para no equivocarse, ese que pedía mantener los ojos abiertos bien abiertos y el corazón con la puerta un poco cerrada... Y mi pecho no prescindía de ataúdes para aquellos dolores, aun así abundaba, de muertos que estaban vivos, de esos cadáveres de huesos estruendosos y sonrisas coloridas, llenas de luz en la selva oscura, que importa!, que importa... si son todas, las mismas razones de siempre.