Carmen Formoso Lapido

Alegría y desconsuelo navideño.

 

La cúpula celeste luce sobre la tierra

con un sol de mediodía y estrellas de la noche,

y bajo una nube de fresco rocío,

se festeja el misterio entre magos y videntes,

con mitos religiosos y pasajes históricos,

y encrucijadas ancladas en mitología y tópicos

anclados en la sencillez de esta sociedad

extraída de un cuadro de realismo estático,

tan ancestral como la espuma de mi atlántico,

y tan dulce como la miel de mi suave tierra…

 

Y puede que sea el momento de invitar al cielo

a rebajar su brillo para que resplandezca

la estrella de la navidad,

e ilumine las sombras del camino,

y se cante el .gloria in excélsis deo

por el sendero del dios de nuestros padres…

 

La navidad es una bruma que nos mira,

una bruma que nos habla

y un recuerdo que nos ahoga con desvelo,

melancolía envuelta en alegres cánticos,

con la ilusión y el desconsuelo de niños,

con la tristeza y añoranza de viejos olvidados,

con la angustia de las vidas que se alejan para siempre,

con el olvido de nombres que ya no existen,

y con una estrella que quiere salir,

que asoma tímida entre las nubes

de un bolsillo viejo demasiado roto,

que pasa como un tímido viento

lamiendo los árboles luminosos de Noel,

viento que quiere irse, pero se queda inclinado,

llorando por no llegar, triste y resignado,

sabiendo que el bullicio es solo

la chispa de un breve momento

del penoso suspiro de un bolsillo rajado,

sabiendo que es el momento

de que salgamos corriendo de nuestra caverna,

alegórica, fría, húmeda e indefinida,

donde se capta el mundo sin dolencia,

mundo de sombras chinescas,

sin meditar sobre los espectros

que pasan ante nuestra caverna

sin llegar nunca a entrar…

 

Y al apagarse las luces del árbol ya muerto,

al volver, después del no ir, al silencio cotidiano,

pasó ya el tiempo de navidad,

sin saber por donde fue, ni por donde caminó,

percibiendo que fue un tiempo lleno de misterio,

como los días del año o las semanas,

como el nacer muerto y el morir vivo…

 

Pero… ¿a quién le importa este misterio…?

Dicen que los que tienen fe son los protagonistas,

y yo creo que importa sólo a los privilegiados,

a los que invaden las calles, los comercios

y los supermercados escandalosos por caros,

con atmósferas densas y agobiantes,

con intermitentes villancicos a machamartillo,

bajo luces que producen vértigos, mareos y vómitos…

Un marketing salvaje que debería estar prohibido

cuyo fin es dejarnos sin un euro en el bolsillo,

y tampoco en la tarjeta de crédito,

usando basura como señuelo

con ofertas rancias y caducas…

Y sales de allí, con el cerebro recalentado,

deseando respirar aire fresco,

comprendiendo que habías permanecido atontado,

listo para el saqueo, indefenso,

y entonces un fuerte ramalazo

estremecerá tu sudoroso cuerpo

y te preguntarás como podrás pagar el despilfarro…

 

Intento descerrajar mis sentimientos

sin conjurarme contigo ni con nadie,

pues todo a cada instante

es más insignificante…

 

Dicen que se puede pedir algo y lo que yo pido

es que no pavoneemos ante los que no tienen

ni siquiera nuestras migajas de donativo,

y que, por lo menos, gocemos de paz…

a pesar de no tener más para dar.

 

Y tú, si es que esto lees, añadirás con razón:

 —Es un mal poema escrito por no sé quién,

con la sencillez de un poeta nostálgico,

movido por un impulso que le lleva a vagar

por los campos de la imaginación….

 

Pues a ti te lo ofrezco yo, por atreverte a leerlo…

Dime tu nombre y te lo dedicaré en mi página.

                       ( Dedicado a  Kika, mi amiga).

                               CFL