Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
J.L. Borges
Desde mi perpetuo trono silente
De este árido… mi acaecido reino
En la cartografía del vacio
Vengo clérigo, a instaurarme en tu oasis
-Allí están, así parece -
Tus manantiales
Esas repulsivas aguas
Con las que los hombres cautivos sueñan
-y vaya que de forma sobrevalorada-
A costa de tu nombre
¡Porvenir infante!
¿Qué no saben que tu estirpe es legión de mi reino?
¿Qué no saben que tus manantiales, son
–tarde o temprano-
nada más que pantanales?
¡Vorágine alimento,
para este insaciable veterano!
¡Porvenir infante!
¡Te atreves a desviar tu mirada,
ante mi presencia¡
¡Ante mí!
¡El Olvido!,
Ese demonio con letra capital
Yo, hijo de los Heraldos Negros
De la balsa a la deriva
De los pañuelos de estación
De las losas de cementerio
Del polvo en las enciclopedias de historia
Yo, que he comprobado
Reiteradas veces
La teoría del punto final,
cumplirse a cabal
Yo, que he presenciado
Milenarios castillos caer
Como juegos de naipes
de baraja española
Yo, que he encontrado
Pétalos de amapolas
Más longevos
Que cientos de amores eternos
A ti, crío embrollado en ensueños
Te inculpo y te reitero
¡Es de desalmados mercenarios,
Matar a un ruiseñor!
Pero lo que es aún,
… más desquiciado
Es procurarle
esperanzas de una existencia
Sin cercenarle las alas