Con perfume de su piel
querida,
con milagros de su voz
amada
extinguió los incendios
de mi vida,
encendió mis ternuras
apagadas.
Comprendí que llegaba con ojos
nocturnamente puros,
su abemolar acarició
mi herida,
sentí entonces mi humanidad
comprometida
y junto al Dios cristiano
los Penates paganos
me conminaron a darle
abrigo seguro.
Y fueron su amor y el mío
en resplandor amaneciente
emigrantes
al mismo río como el agua
y la corriente.....
Desde entonces, entre promesas
por amor enfebrecidas
amanezco en honduras
indecibles,
ella musitando ternuras
a mi oído
y yo murmurando locuras
inaudibles.