Mario Santiago

EL SABIO

…y El Sabio, en su laboratorio de Genética

- con una sonrisa diabólica, con rencor –

mezcló una lágrima suya de amor

con un óvulo que escogió al azar

entre víctimas de la violencia familiar.

Además, una rara materia sintética.

 

Sacó de ello, una copia del Eros travieso,

un niño con alas y rizos, cachetudo, sonrosado

pero donde aquel no teñía seso

a éste le puso toda la razón de un físico premiado.

 

Y El Sabio clamaba: “¡Juicio!”- pues ese fue el nombre

con que bautizó su creación –

tu serás desde ahora entre los hombres

quien distribuya el Amor!”.

 

Rápidamente desaparecieron la mitad de los amores mal correspondidos.

La mitad de los amores imposibles, contranatura, prohibidos.

La mitad de los amores ciegos.

La mitad de los amores de viejos.

 

Y hubo menos suicidios,

menos divorcios, menos hijos naturales,

menos accidentes laborales

por descuidos.

 

Y menos crímenes pasionales

porque hubo menos gente celosa, menos gente engañada

menos agresiones sexuales

menos onanistas, menos mirones, menos adolescentes deslumbradas.

 

Y también menos poetas y canciones

menos compradores  de flores

menos novelistas, menos viajeros, menos inventores

menos feligreses con sus oraciones.

 

Y, a la postre, El Sabio logró el consentimiento de su amada

vio que sus cabellos no eran como el oro, ni como el mar sus ojos, ni su piel nacarada

ni su risa como cascabeles, ni su andar como el de la brisa

ni gracioso como un animalito tierno sino plano su pecho.

 

Entonces, musitó amargamente: “¡Dios mío! ¿Qué he hecho?”.