Y he de saber que del manto,
que resguarda tu inocencia,
le atropella con ausencia,
el estímulo precoz, de mi mirada
semi-abierta a la tuya entrecerrada,
que es de mi alma el alborada,
sin premura ni temor.
Y de tus ojos el llanto,
(debo agregar con encanto)
que es premisa de mi honesta
boca de amargo fervor.
Si en tu afligido murmullo,
no predicas con orgullo,
me he de saber siempre tuyo.
Tuyo con convicción.