En nuestras vidas:
el sol de primavera y del verano
para nosotros se ha ocultado,
pero nos queda el sol de atardeceres,
que aunque sus rayos no posean
la misma fuerza, pero su luz ilumina,
las almas de dos seres que aun se aman.
Es que nuestro amor no ha amainado
aunque ha pasado el tiempo y el sol
de otras etapas, atrás haya quedado.
Porque ese amor entre nosotros sigue vivo
y ahora nos sentamos agarrados de las manos
aunque la lozanía en nuestra piel se haya marchado
y parezcan un papel que se ha estrujado, nos
acariciamos y besamos con el sosiego de los años.
Cuando nos miramos, vemos nuestras frentes,
con los surcos del arado de los años que han pasado
y cada uno de ellos, es una lección de vida aprendida.
Nuestras cabezas, parecen copos de algodones
y la bruma a nuestros ojos ha llegado,
¡Pero que importa si todo eso nos pasa!
si al fin, juntos por la vida de las manos vamos
y seguimos amándonos igual como empezamos.
Pero cuando la tierra cubra nuestros cuerpos,
en cada primavera seguirán naciendo rosas,
iguales que nacian cuando nos conocimos
y darán su fragancia y embriagarán de aroma,
a los amores que nazcan, como el tuyo y el mío.