Padecí la fortuna de este circo;
la banal
necesidad.
Acrobacias y magias, sin igual,
graciosas payasadas y equilibrios,
que, justos, me ayudaron a olvidar.
*** ***
Sufrí con la espiral, de un torbellino,
de ideas alejadas del cabal;
del cabal pensamiento, ¡raciocinio!
aposentado sobre el tacto formal.
Cual precisa palpar; leyes y juicios,
las trampas de los códigos genéricos,
morales y preceptos obsoletos,
que imploran, con su ruin falsa moral.
Cedí, con la espiral de un torbellino,
al gran placer implícito en elixir divino,
al desarraigo del concepto
mortal.
Viajé, por esperpénticos delirios,
cruzando luminosos y umbríos recovecos,
subiéndome al celeste y descendiendo,
siendo, igualmente, creyente que impío,
galante caballero o mísero truhán.
Rocé la santidad, cuando atrevido,
supe acercarme al mal perdiendo el miedo,
y llamé a cada cosa por su nombre,
sin fingir ni omitir; mi debilidad pobre,
ni negar la riqueza de los ascos que siento.
Gané, con la espiral del torbellino,
la inmensidad del territorio virtual;
el sopesar vital y productivo,
un buen entendimiento que resulta mestizo,
tutelado por las ensoñaciones,
y apadrinado por el tangible real.
Gocé del resplandor, por los biorritmos,
de una hermosa locura providencial,
por la espiral de un torbellino,
que al sorberme, me hizo cuestionar.
La rígida cultura sistemática:
cuadratura fatal.
La faz de veleidad asintomática:
múltiple enfermedad.
La incoherente respuesta automática:
retal subliminal.
Gocé por ser un loco en el camino,
que se replanteó la suerte del balar.
Reí, gozando al ser un cuerdo pensativo,
sabedor de que erraba al tanto y tanto
pensar;
un cuerdo de alocada apariencia,
cual inmoló su absurda y propia idiotez,
su atrayente egoísmo y su terca memez,
con tan sólo un respiro; de honda ausencia.
318-omu G.S. (Bcn-2012)