La estatua que te erijan, poderosa
y tenue amada del desgarro, tenga,
en homenaje a tanto amor, corona
de espumas combatientes, manto de agua
detenida y azul, túnica roja.
Una mano en el vientre sobre el vuelo
corto de un blanco pájaro, la otra,
en homenaje a tanto amor, caída
ligeramente sobre el pecho, rota.
Sentada sobre un trono de humo y piedra
permanezcas, ni sierpe ni paloma,
ocultos los cabellos por el viento,
los labios juntos, la mirada sola.
Rafael Juarez