Después de una semana de duro trabajo.
Creando siempre entre vaporosas pestilencias
ordenó a la serpiente: dime si pasa algo.
Aquella, que entonces tenía otras maneras.
Se acercó sigilosa a la nueva pareja.
Él contenía la materia del primer soldado.
Ella, los ojos de la primera curiosa.
Así, sin saber cómo se usaba cada cosa.
Impulsados por un ardor soterrado
fornicaron sobre la hierba fresca.
Y vieron que era bueno y sabroso.
Entretanto, la serpiente miraba encantada,
sin moverse, aunque sabía
que el creador se pondría furioso
por perderse esta primera pasión desatada.
Acababa de nacer la pornografía.