No te ofendas si te miro al pasar, déjame decir que mis ojos admiran lo bello en tu andar, tu dulce caminar acompañado del rítmico vaivén de tus piernas es algo difícil de ignorar.
No te ofendas si te hablo, quiero conocer tu voz, que me mires de frente, que sonrías si te place, me encanta mirar en ti los ojos brillantes, la mirada que esquiva o la mueca murmurante.
No te ofendas si me acerco, es difícil disfrutar tu aroma a la distancia, imposible conocerte obstruyéndome barreras, déjame acercarme quiero conocerte, quiero saber que te gusta o te disgusta, déjame estar a tu lado aunque sea un instante, aunque sea un momento quiero estar contento.
No te ofendas si te muestro mis sentimientos, respeto los tuyos pero me encantaría que coincidiéramos en algunos, es difícil exponer el corazón a punta de estaca, esperando que explote de jubilo o que me atravieses cual fría y despiadada estocada, esperando la mañana y recibir esperanza dañada.
No te ofendas si te escribo, me pesan los labios para decirlo, mis ojos huyen cual cordero al matadero y mi cuerpo no responde, no te llama, no te busca, no lo intenta, no te enfrenta
Ni se ofende, ni se enfada cuando esquivas mi mirada.
El Iletrado de la Villa