*Déspota*
Sucias mantienes plebeyo la entrada de mí mansión
cuando otrora destellaba embelesando mí grandeza,
sus paredes ensucian decaídas con triste desaliento
unas piedras donde la nobleza atrapaba su sustento.
*Plebeyo*
Que sublime penar envuelve está desdichada alma
al conocer que recibías el castigo de la negra runa,
cuando los señores violentaban la mujer del pobre
lágrimas del infortunio afrentaban nuestra sangre.
*Déspota*
Su derecho de pernada pobló de niños su hacienda
en chozos donde antes se moría de la peste negra,
fueron impolutos con el fanatismo de un inquisidor
sembrando de bastardos sus campos de desdichas.
*Plebeyo*
La descendencia se mezcló con estirpe del déspota
rodeado con pelirrojos cabellos mí ominosa suerte,
confesando mí infortunado hecho al cónsul de Dios
se burla castigándome al flagelo soez de la muerte.
*Déspota*
Entre los sombríos aposentos de esta casona recia
el déspota de su ciclo se divierte entre las piedras,
porque jamás logrará reposo su atormentada alma
con sus plebeyos afligidos de la autoridad de gleba.
*Plebeyo*
Hoy cuando mí tiempo viene con aires de alborada
el déspota se cela ahora en las enaguas del dinero,
apoderándose de la deuda que nos robara el poder
sin cadena esclaviza al plebeyo que trabajo quiere.
*Mansión*
Autor:
Críspulo Cortés Cortés
El Hombre de la Rosa
23 septiembre de 2012