La piedra
A salvo de la edad, como el buen vino,
esa piedra se alzó en su monte viejo,
no supo, no lo quiso, del consejo
de darse o de buscarse algún camino.
Así lo hicieron la flor del espino,
los cóndores, el tímido conejo,
la nieve que en el agua se hizo espejo,
la espiga que al rodar llegó al molino.
Un día hasta la altura un peregrino
llegó cansado, pero, en su entrecejo,
radiante en la conciencia de su sino.
Tomó esa piedra y dijo con gracejo
-Soy Moisés y en ti, piedra, por destino
las tablas de la ley a todos dejo.
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20 09 12