Al despuntar el alba, tu presencia se alza
cada día como el sol que me acompaña.
Durante el mediodía, sus rayos arden más
al igual que tu existencia, la que es flama.
Por la tarde, su calor se expande en calma
hasta el ocaso y, por él, alcanzarte no basta.
Y, de noche, con las estrellas de madrugada,
descanso mi vida en ti, amor, mujer que ama.