Tengo gran pena de ser
triste corazón de trapo
que guarda de la derrota el sabor amargo,
enamorado, con la sangre siempre prieta
y tu recuerdo en las venas
como si aún fuera ayer.
Hoy sin convicción escribo
estos versos, empleando
frases que suenan a corazón oxidado.
Condenado a llorar y a gritar mi dolor:
¡Qué corto ha sido el amor
y que largo es el olvido!
Hoy me emborracho con poesía
-ahora que has dejado de estar-
llenándome de estrofas sin versos
y también de palabras sin letras.
Aprendiendo a reír en silencio
y después a llorar entre rimas.
Tu recuerdo es todavía inmenso
aunque nadie note que faltes
sino yo, y no hay mayor dolor
que mi imaginación alcance.
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo.
Hoy comparto yo este romance,
apreciado Lope de Vega,
versos de certeza flagrante:
¡cuánto dolor hay de poeta!
Esta amarga desazón doliente
que nace en el borde de mis ojos
y en la insania de mi alma expira,
a cada instante más me convence
qué horrible huella deja el dolor
sino en el corazón, en la mente.
Allí donde solo sea
memoria de una roca enterrada
entre el abismo y la nada.
Adonde la soledad no pueda
y ni ser mi sombra quiera.
Donde un sol terrible,
sin ocaso, brille
y a mi mirada haga ciega.
Y mi alma de tu ausencia henchida
desvanezca libre y sobreviva.
Allí sepultaré a tientas,
perdidos y completamente solos,
mi recuerdo, para que nunca muera,
y una ilusión que fue mi tesoro.
J.M.GARCÍA
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