Resuenan como campanas que están despidiendo un duelo,
Y con el viento se esparce, su estridente sonar;
Así repican y suenan cada vez que se despide,
Desde lo alto del techo de un templo espiritual.
También resuena el deseo de aquellos que te admiran,
Y que brota por la boca de quien no sabe callar;
Porque se hace difícil aguantar decir palabras.
Ante la bella figura de mujer escultural.
Así eres tú muy bien lo sabes, no es cuestión de imaginar,
Dotada de mil encantos como estampa virginal:
Que despierta la pasión en el hombre que te mira,
Porque eres como el fuego en puro tiempo invernal.
Pueden decirte palabras, que alteren tu sentimiento,
Y también con falsos cuentos te pueden hasta engañar;
Porque ausente de malicias frente a frase halagadora,
Te venden gato por liebre, hasta lograrte tomar.
Y así cuando ya tarde habiendo dado tu cuerpo,
Te das cuenta que con eso nada pudiste lograr;
Ves denigrado tu nombre, tu imagen y tu figura;
Y más no puedes con llanto, tu amargura opacar.
No te apures, no te juzgo, cada quien con su actitud,
Tan sólo puse en tu mente palabras muy positivas,
Y si te quejas mañana, no culpes a nadie ausente,
Pues de tu tristeza y pena, la culpa la tendrás tú.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita