Solo quedan en mis manos
la marca difusa de la vida
y la marca profunda de la muerte.
Me fui haciendo vieja deshojando margaritas
al pie de la escalera.
Con la mirada buscando el horizonte.
Viendo el muro tapiarse con la hiedra.
Buscando un refugio entre las letras,
escribiendo las horas de la citas a ciegas
en las páginas ya amarillas de mi agenda.
Y se tornó manchado y destintado el calendario
por el brote de tantas lágrimas de espera.
Hoy me pierdo en otros rumbos
aún persiguiendo el no econtrarte.