Tu espalda, prado de legumbres doradas
donde juegan y respiran mis palmas
convirtiendo los pesares en plumas,
renovando mis lujurias abandonadas.
Tus senos, descubiertos como carnadas
a mi paladar, son ambrosías en llamas
que sacian el celo de nuestras almas
impregnando en la piel huellas aladas.
Tu fuente viva, es el mismo baptisterio
que a mi espíritu y cuerpo santifica
haciéndolo amante cubierto de misterio.
Pero el corazón que amo y me vivifica
se atesora en tan majestuoso sudario
que al caminar mis celos mortifica.