Llegando el otoño solía sentarse en el parque,
Llevando siempre su viejo cuaderno;
Celestino de sus vivencias y su más profundo sentimiento,
Le gustaba el olor mezclado en la brisa otoñal;
Oír el crujir de las hojas secas bajos los pies de los caminantes,
Y ni hablar de esos colores anaranjados, ocres y marrones;
Que la llevaban aquellos tiempos nunca olvidados,
Cuando se perdía en la mirada color miel semejante;
A su amado otoño, ya que era lo mas cerca a su mirar,
Dejaba en sus escritos cada verso que desahogara su dolor;
¡Cuánto amo sus ojos perfectos!
De vez en vez había un reproche suelto,
Dirigido al cielo por esos ojos que se llevo;
Desde entonces,
Ha sentido pasar tantos otoños en su piel;
Ha visto su rostro envejecer,
Junto con su corazón, que late solo al recordar sus ojos miel;
Espera paciente, que llegue el día,
De poder mezclarse entre las hojas perdidas,
Pues piensa que a donde ellas van;
Allí encontrara sus ojos para verlos una vez más,
!Esos ojos miel ojos de largos otoños que lleva en su ser!