Me regocije en una extraña sensación esperanzadora de que si, de que se podía forjar en posible lo imposible, que no existían los cercos y las murallas infranqueables, creía en la inexistencia de las fortalezas inexpugnables y tuve la valentía o la buena torpeza de hacerles frente; pero caí… caí junto con mi sueño, aplastado por los pesos de mis inalcanzables fantasías.
En mi inocencia veía ese amargo abatimiento como el fin del mundo, o al menos era el fin de mi mundo pues era el quiebre de mis fantasías. Aunque ello solo fue una derrota de las muchas que la vida me deparo y de las que aún me reserva, el juicio de mis ojos la juzgo como la mayor de las catástrofes, la cual ahora vista con anteojos debo admitir que la ruptura de mi primer amor no fue tan mala, fue enriquecedora y necesaria, con ella vino una noble lagrima y una nueva enorme necesidad… la necesidad de escribir.
Junior Rafael Velazquez Leon.