Acogido por cálidos brazos,
Fue como me recibió este mundo terrenal,
Pero a pesar de abrazos nunca escasos,
La soledad me acogía en lo habitual.
A gritos y súplicas exigía,
Que abatieran mi individualidad,
¿Por qué aquella gente tenía,
lo que hacía falta a mi felicidad?
¿De qué sirve lo material,
Si no se puede disfrutar enajenadamente?
Que yo aseguraba desde la maternal,
Haría de lo mío lo suyo, indiferentemente.
Para suerte y dicha mía,
Aquel plano vientre se ensanchó,
Y tras seis años de ver la luz del día,
Lo que un tiempo fue una bina se duplicó.
¿Quién diría que diminuto ser,
Fuese la razón para hacerme ver,
Que la felicidad límites no puede comprender,
Y mucho menos de medidas disponer?
Lo que una vez agresiones fueron,
Acompañadas de envidias y rencores,
Hace tiempo que adiós dijeron,
Para dar lugar a afectivas emociones.
Hoy lo miro y veo en él,
El segundo fruto del amor de antaño,
Una persona noble y fiel,
Cuya presencia suprime cualquier daño.
Su alegría me contagia,
Su felicidad me motiva,
Su ausencia es la nostalgia,
A la que mi corazón da vida.
Pues ahora transformo mi futuro,
Contemplándome a su lado al caminar,
Mi visión aminora la travesía en lo duro,
De en el presente a su lado no estar.
¿Quién diría que diminuto ser,
Fuese la razón para hacerme ver,
Que hay uniones fraternales por doquier,
Pero que exiguas comparten nuestro querer?
El distanciamiento enfatizó el extrañar,
Limitación inevitable a sobrellevar,
Culpable, a mi lógica, de lograr,
Un apego inquebrantable derivar.
A millones de pasos de lejanía,
Escucho al oído su mudo llanto,
El cual añora con fervor el día,
En el que deje de extrañarme tanto.
Soy solvente de sus interrogantes,
En mí resguarda sus pensamientos,
Soy causante de deliberantes,
Acciones en sus trayectos.
Me esmero en ofrecer,
Un modelo de vida ejemplar,
Para así con su crecer,
No de malos pasos al andar.
Sé que veré en el,
Forjarse un hombre de bien,
Que siempre lleve a flor de piel,
La esencia del linaje, también.
Espero con ansia el momento,
En que compartamos nuevamente nuestro hogar,
Si me preguntan ¿A dónde iré? Realmente miento,
Al decir que no contemplo un entorno familiar.
Pues aunque la comunicación no cesa,
Es menester el contacto físico tener,
¡Qué gran error de la madre naturaleza,
el hecho que el mar montañas no pueda ver!
¿Quién diría que diminuto ser,
Fuese la razón para hacerme ver,
Que deba tener siempre en mente,
Vivir la vida apasionadamente.
César Menchaca Luna