Era predecible el colapso del mundo que ella y yo habíamos soñado, nació bajo el pronóstico de una hecatombe, siendo un insostenible por las condiciones que nos enfrentaba la realidad, una realidad poco probable, siendo casi el sueño de lo irrealizable, pero ello no importaba hasta que el tiempo hizo su trabajo, termino dándonos una bofetada y despertándonos de nuestros absurdos.
Era un yo más joven, pero él lo sabía. No era tonto, aunque quizás sí lo era, pero prefiero pensar lo primero por el temor de enfrentarme a un derribe de creencias y volverme un amargado. Lo significativo de aquel sueño fue que en ese entonces también lo veía como un improbable, pero… me permití romper lo palpable… y volar… supongo que el vuelo es parte de la magia de aquello que llamamos amor.
24 de septiembre del 2012