Dejemos hablar a nuestros cuerpos desnudos, dejemos mudas las palabras. Podremos escuchar los gritos sordos, las lágrimas ardientes, que sin quererlo, piden más.
Cuando mis manos heladas, enfrían tus cálidas mejillas.
Cuando, a veces, busco tu cuerpo en la oscuridad, y darme cuenta de que no estás.