No creas que lo he olvidado,
no creas que no recuerdo las rosas,
ni la sutíl llovizna de perfumes,
el estimulado danzar de los pétalos
ni la irrealidad propicia de aquel sueño tardío.
No creas que ahora desconozco el cielo tachonado
o que no puedo rememorar nuestras fatídicas estrofas.
Así que confiesa, ante la infame reminiscencia, que la aceptación eludes,
porque eres tú la que ha olvidado los detalles rasos
maldiciendo la mención de la nostalgia con tu presente frio.
Y aun así no creas que mis recuerdos se encuentran al son entonados,
o que aún conozco mis inventivas dolorosas,
no imagines que mis lúgubres alusiones se mantienen inmunes
ni que puedo citar a mis deseos orquestados
no creas, por ningún motivo, que recuerdo aquella noche, amor mío.
Así que escápate a tu postrero mundo ponderado,
aquellos lares que antaño dedicamos a tu honra
con el rose incesable de nuestros cuerpos y las caricias de los dolores
que nuestro pasado y presente reverberaron en estragos,
estragos propios de un siniestro sueño desmedido.
Y ahora, recordando en cifras sin estimados,
concibo y entiendo el asesinato de las hermosas rosas,
comprendo el fin de los apacibles perfumes
y conozco el póstumo alarido mudo de la danza de los pétalos
porque ahora entiendo que tu destrozado mundo fue solo mi sueño tardío.