Para Ana María.
Mi voz hoy se torna triste,
como los tristes trenes de Argentina,
que vienen de todas partes,
que a ningún lado van.
Este triste lamento,
lento, oxidante, monótono.
No lo he podido arrancar de mis sentidos,
de mis labios, de mi lápiz, de mi voz.
Vive de lleno en mis pensamientos.
Me trae de golpe tus recuerdos:
la triste noche en que partiste,
la fría almohada que olvidaste,
tu silueta que no está.
Ligera te fuiste de mi vida,
como el viento en la pampa
de tu austral Argentina.
Te fuiste buscando el camino
que un día Cabral recorrió.
Marchaste siguiendo tu instinto,
sabiéndote libre
y sin encadenarte a ningún amor.
Recorro hoy las olvidadas estaciones,
los solitarios andenes.
Palpo las oxidadas vías,
pretendo escuchar el lamento
de extraviadas locomotoras,
que no me dicen adonde fuiste, adonde estas.
Cual es tu destino en esa fría y angustiosa soledad.
Y sé que no hay mayor frio que el frio del alma.
Que el de mi alma cuando pregunta porqué.
Porque has marchado, porqué me dejaste.
Solo, loco, triste, abandonado.
Perdido y olvidado en la vieja estación
de un inexistente y olvidado tren.
© Armando Cano.