Me detuve frente al mar
para escuchar el susurro de tu nombre.
Cerré mis ojos y detenida bajo el letargo
de la noche empecé a escribir
poesías que en mi mente se perdían.
La noche estaba fresca y llena de olores,
sabor a ti desprendían del mar.
El viento de la noche era fresco.
La cadencia de las olas como clarinete afinado
susurraba a mis oídos tu nombre...
Te amé con la profundidad
insondable del océano,
con la claridad del sol de las montañas,
con la fuerza suprema de los vientos,
pero te amé como nunca antes.
Con mis ojos cerrados caminé hacia a ti
y nos fundimos en un abrazo eterno.
Pude oler tu piel con sabor a madrigal,
tu cabello de luz con sabor a miel
y besé tus labios sin querer terminar
recordando esa eterna primavera
que siempre nos llega.