" Para Liz "
No es cierto lo que se dice
de la muerte:
la muerte, compañeros de viaje
no es igual para todos,
porque depende del lugar donde uno viva.
En los países ricos
suele retrasarse haciendo compras
con su tarjeta american express
en los grandes almacenes de la moda.
En los países pobres
se apresura, se adelanta,
corre a todas partes como un lobo
buscando una miseria que morder.
En los países ricos
la muerte mata con infartos,
con accidentes de mercedes,
en anchas autopistas,
con operaciones de cutis,
de liposucciones
en quirófanos de hospitales impolutos
mata con sobrepeso
mientras viaja en clase A
sobre inmensos rascacielos.
En los países pobres
mata con desprecio,
en masa
sin preguntar el nombre,
despiadada
como una asesina en serie.
Mata con insectos,
vírica de sida,
sin profilaxis,
cantando en una bomba
o silbando en una bala.
En los países ricos
la muerte mata,
mayoritariamente, pensionistas,
octogenarios de poca vida
pero en los países pobres
prefiere matar en la cuna
o en las mamas de las madres
o en los patios de colegio
donde los ojos rezuman inocencia.
No es lo mismo
morirse en Barcelona que en Burundi
en París que en Kabul,
en Londres que en Calcuta.
No es lo mismo morirse
de hambre que de grasa
de hartura que de pena,
de viejo que de joven.
En los países ricos
la muerte antes de matarte
te lee tus derechos de cadáver
que incluye una esquela en un diario,
una estancia en un tanatorio postmoderno,
coronas de claveles y de rosas,
una misa que te acerque a los cielos
una caja de pino o de roble
y una tumba donde no ose molestarte
ningún perro
y esto ¡ ojo ¡ es muy importante
porque la civiliza, la ordena,
la educa para que por lo común
llame a la puerta antes de entrar.
En los países pobres
la muerte es bruta, timorata, obscena
tanto mata en un campo de refugiados
como en una ciudad tomada por mil tanques,
mata sin control,
sin pensarlo, a lo bestia
y luego arroja los cadáveres
a la fosa común del olvido
o los abandona en medio de buitres,
cadáveres sin pedigree,
muertos sin fecha,
sin loadores epitafios,
apilados en sus huesos…
Desde los países ricos
miramos en la tele como se muere
en los paises pobres
mientras bostezamos
y nos tomamos un gin – tonic
y lentamente
nos vamos muriendo,
como dijo Benedetti,
no de dolor
pero sí de vergüenza.