Posé mis ojos
en unos ojos claros
y me bañaron con su luz
toda la noche.
Se hizo mirar una flor
silenciosa en su milagro
y agradecí a la mano
que la sembró en el florero.
No pasó más.
Fue suficiente.
Hay días que se entregan
como jovencitas desnudas
y es la muerte en esos días
espantapájaros
con un picaflor encima.