Anoche llegué hasta tí,
ahí, a nuestro lecho,
te ví dormido placidamente,
me senté en la orilla de la cama
a contemplar tu sueño.
Amor...¡cómo me gustaste!
tu rostro sonreía,
tu respirar tranquilo
me alegraba.
Me acerqué hasta tí
muy suavemente,
me recosté a tu lado quedamente,
mis manos comenzaron a acariciar
tu piel dormida,mientras algo en mí
se encendía.
Recorrí tu espalda con mis dedos,
besé tus labios cerrados
con mil candados,
fueron tantos los besos que te daba,
con ninguno logre que me besaras.
Tus manos viajeras
que gustan recorrerme,
estaban ahi,sin siquiera tocarme...
esas manos que me embriagan de placeres
no logre ni un momento
que me acariciaran.
Nuevamente besé tus labios...incansablemente...
esa llama que había en mí
logro apagarse...la quietud de la noche
me envolvió también en un sueño placentero.
En la mañana,te encontré contento
y enamorado,no podía creer lo que
me habías contado...
soñabas conmigo,
que estaba en tus brazos,
que me abrazabas y amabas
como amantes sin descanso,
que bailabas conmigo un buen rato,
mientras nuestros cuerpos desnudos
en complicidad se amaban.
Prometo mi amor,
llegar temprano a la cama,
y ese sueño de ayer
que tú gozabas
hacerlo realidad
con toda calma.
Por que en mí prendes
siempre esa llama,
esa llama de amor
que siempre te desea,
esa llama de amor
que necesita verte,
esa llama de amor
que nunca se me apaga.
YOLANDA BARRY.