Llena el canto del ave la mañana,
el viento trae una canción añeja,
renace con su bulla cotidiana
la calle despiadada tras la reja.
Hoy rechazo la vida ciudadana
y al ver que nada obtengo con mi queja,
mi sueño viaja a otra geografía,
la más bella, añorada tierra mía.
Y vuelven a correr mis emociones
por la orilla de un lago perezoso
que refleja con leves vibraciones
la nívea montaña, el bosque añoso.
Un sendero que irrumpe entre telones
matizados con un verdor frondoso,
va mostrando intrincados vericuetos
hacia un mundo de trinos y secretos.
¿Vivirán en los hongos de colores
los pequeñitos seres de los cuentos?
¿Pasarán los barbados leñadores
con sus hachas al hombro y pasos lentos?
¿Será sólo ilusión de soñadores
las hadas con poder de encantamientos?
Bosteza el tibio sol en la floresta
y dobla su cantar la fina orquesta.
Desde un claro apartado de la fronda
se escucha el serpenteante riachuelo;
arriba los gigantes hacen ronda
alrededor del límpido azul cielo.
Mientras la mariposa liba, oronda,
a la sombra una flor de terciopelo,
las brisas humedecen los caminos
con llovizna aromada de los pinos.
Nada cuesta vivir en un ensueño,
volver a aquel terruño tan amado,
sentir el crepitar del rojo leño,
dejar el lagrimón en un costado.
Y al retornar de mi vagar sureño
al verso que tan solo se ha quedado,
una sonrisa surge del espejo
por sobre su mirar cansado y viejo.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Fotografía de Rafael A. Maldonado, Villa La Angostura, Neuquén, Patagonia Argentina)