Ana Maria Delgado
El Sabio Silencio De La Aurora
Cuando tus intrigantes ojos caminan por mi carne la reaniman,y desgarran mis aislamientos y desasosiegos,disipándolos en partículas níveasque se pierden en el agua tibiabajo tus pies. Con sabiduría humilde y loablerevelas los símbolos y bocetos ocultos,que navegan enérgicos en la sangre de inmortales versos,trazados en las planicies y curvaturas de mi cuerpo. La miel de tus ojos pincela mi piel,y sin reparar en la marcha del tiempocon prudencia y decisión te pierdesen mis paisajes extensos y fragantesy te enraizas en mi ser. Me encuentras sin prisa,en el centellante color de cada letra,en la algarabía del ocasoy en el sabio silencio de la aurora. Soy el corazón palpitante de la llama poderosaque surge ardiente y seguradel grueso leño retorcidoque alimenta el fuego en tus inviernos. Soy el sol que besa tu piel en los veranosansiando libar su sal y sus misterios,soy la brisa que enreda tus rebeldes rizos y se embriaga con el néctar dulce de tu boca húmeda. Me convierto en la sombra trémulaque fiel e inseparable te sigueen tu caminar por callejuelas sombrías.
Viajo en nítidas gotas de lluviaque aterrizan en tu gabán envejecidoalisando sus arrugasy desprendiendo motas que te mortifican siempre. Desde que el sol muere en tu puertahasta que surge la mañana fértil ,cubro con mi piel tu cuerpoy velo con fervor tu sueño,evitando con mi abrigo que te rose el viento que silba por entre las múltiples grietas de la pared y el techo. En las mañanas me puedes ver acurrucada en las nubes amarillas y rojizas que habitualmente admirasdesde la amplia puerta ventana de tu casa,mientras sorbes el café humeante donde he dejado mi aroma. Si alertas tu oídoescucharas mi voz persistente que te llama,convertida en el rítmico aleteo de la diminuta mariposa azul,que surca con lisura el jardín inmenso
donde rosas revestidas de escarcha
abren sus frescas corolas al sol,
enmudeciendo tu alma
y llenándote de luz y vida.
POR: ANA MARIA DELGADO P.