En la media luna de tu puerta,
deje mis blancos zapatos.
Yo andaba medio eclipsada,
desnuda, detrás de tu sombra
y tu sombra…
me bailaba dejándome dormida,
borracha de deseo, aletargada,
respirando al sol,
el medio día de verano.
Calientes vahos de las bocas,
transpirando las manos.
Fauces abiertas,
sed de tu saliva,
hambre voraz de tus labios.
Y esta larga insolación de tu cuerpo
que estalla en la cabeza,
atraviesa el ardiente latido
al golpe de la sangre enardecida,
se escurre lento por mi vientre
y me fragmenta...
al sol del mediodía
a la medida de tu sombra
y con tu nombre...