En sus brazos sentí un escalofrío
recorriendo mi piel helada. Muda,
una noche escasamente estrellada,
quedó mi alma encarcelada en su frío.
Sola, sin el sonido del gentío
que alborota la calle transitada,
percibo una muerte de alma honrada,
y al sentirla absurda, la desafío.
No viste de gala. Un traje gastado
en noches oscuras, noches sin luna,
desprende casto aroma fermentado.
Le doy la espalda. Mísera fortuna
de aquellos que buscan el afamado
sueño, de vivir sin muerte ninguna.