Ayadent Vidal

SONETO A LA MUERTE PASAJERA

En sus brazos sentí un escalofrío

recorriendo mi piel helada. Muda,

una noche escasamente estrellada,

quedó mi alma encarcelada en su frío.

 

Sola, sin el sonido del gentío

que alborota la calle transitada,

percibo una muerte de alma honrada,

y al sentirla absurda, la desafío.

 

No viste de gala. Un traje gastado

en noches oscuras, noches sin luna,

desprende casto aroma fermentado.

 

Le doy la espalda. Mísera fortuna

de aquellos que buscan el afamado

sueño, de vivir sin muerte ninguna.