Evonth

Noches vivas. Noches de ojos verdes.

Llegó la noche sin hacer ruído

con su manto azul perlado;

y cubrió los ojos de los transeúntes

llenando así sus almas y los corazones.

Llegó la dama oscura desde su lugar lejano

y abrazó ciudades;

y en ellas las casas y el pavimento.

Se metió en alcantarillas; en sombras de edificios;

en el cemento y en los juguetes de niños inocentes,

dueños de estos.

Al fin llegó y colmó de misterio bosques

y creó los lugares más oscuros de este mundo.

Recorrió desde luces de faros, hasta mares profundos

dando espíritu a las sirenas y demás seres mitológicos.

Atracó en tierra y colocó, estratégicamente,

lunas; estrellas y las almas de las gentes

para que iluminaran con su luz los prados,

los nidos de las aves, los besos clandestinos

y los sueños de los humanos.

Rozó el aire y quedó todo impregnado de su olor…

Se meció ronroneante entre las hojas y los tallos

de un verde brillante, rayados por la luz de los astros;

y allí dio un hogar a sus hijos:

los hijos de la noche.

Pero su vigilia pronto se vio interrumpida por unas luces

esta vez desconocidas.

Luces de coches, luces de casas, luces cegadoras.

Luces…para ella, luces del ocaso.

Luces…como las luces del sol.

Quedó cegada la noche y su manto decayó.

[Y en la cueva silenciosa del alma mía

se retira ella, débilmente,

y rinde cuentas a la muerte

sumida en sus pesadillas.

E invocando a los cantares

de las sirenas perdidas

deja su lugar vacío

y este lo ocupa el día].