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Inmenso soplo

 

La vida; una despensa abierta,

el mordisco que espera

la indagación atrevida.

 

 

Tantas y tantas son las delicias,

que ruedan incesantes; como ofrendas dispuestas,

alentándonos con su resplandor,

 

 

que ante tal absoluta, aplastante verdad,

galgo resulta el tiempo,

mancos y cojos nosotros,

al no poder llegar nunca a prender,

todas las liebres que nos aportan aliento.

 

 

Musculosa, la vida,

precipita contrastes y enigmas.

La vida es llovizna divina,

ya sea blanda nieve,

dura cresta inaccesible de hielo,

o escarcha matutina.

La vida ante todo;

es mujer de matriz decidida.

 

 

La vida:

un binomio de apariencia sencilla

que asoma con tendencias complejas.

 

 

 

La vida: una ruleta,

que alcanza en ocasiones;

a ese par

que nos guarda la espalda,

o a ese singular impar,

introspectivo, solitario,

de parecer difunto.

 

 

La vida:

una ruleta que dispone

de la pasional casilla roja,

-sangre de terciopelo-,

o de la oscura sombra

del negro misterio inconcluso,

-laberinto bajo el novilunio-.

 

 

La vida:

cordura invernal,

frialdad serena.

Invernal cordura

cual es garabateada

por la alocada e infantil primavera.

 

 

 

Esta vida:

Años contados

con la esfera de un reloj

de precisión caduca.

Años concisos que penetran

en el vociferar del tiempo finito.

 

 

 

O esa otra vida

de ilógico tiempo

de transcurrir infinito,

evadido del monopolio

de conceptuales refugios.

 

 

La vida:

crepúsculo interminable

que huele cercano al ocaso,

pero, éste, rebelde...

del todo nunca llega.

 

 

 

Corto bocado de tiempo,

la vida aquí concebida.

Por más que abarcásemos siempre nos quedará;

una página del libro por leer.

Un paisaje por contemplar.

Aconteceres ingratos de los cuales renegar.

Un abrazo por dar

mientras se nos escurre de los labios

el más mayúsculo de los resbaladizos besos.

 

 

Siempre habrá un desafío pendiente,

un resto complaciente,

el sabor de un sorbo de helado desconocido

por reconocer y sumar.

 

 

La vida no es médico que precise de cita,

sorpresiva desgrana; amoríos insospechados

cuales contemplan la suerte del enamoramiento.

La vida vagabundea sin cesar,

nos cuchichea y recita.

 

 

Acertada es la letra,

bella metáfora encierra

el "soplo" de la canción;

 

 

"es un soplo la vida" (esta vida terrenal)

y es que paso tras paso,

por mucho que ágilmente, veloces corramos,

desata unas grandes alas el reloj.

Mermando el rizo azabache de cabellos

o la derecha espiga de los mechones,

vence con blanco, gasta los huesos,

derrotando a cualquier esencia joven.

 

 

Es la muerte: la parte desconocida de la vida,

un cojinete, una polea, un engranaje...

cual concede una vuelta de llave

que auspicia; un continuo de vida.

 

 

La muerte es un capítulo más de esta vida.

La vida, junto a la muerte,

vierte un néctar de aparente final,

pero exquisitamente se prolonga,

evoluciona pertinazmente bendita.

 

 

Cuando llega este episodio...

no conoce nombres, la vida,

ni filosofías ni formas, ni beldad ni fealdad.

Entonces respira bajo el semblante

de una expiración inamovible.

 

 

La vida: un hogar con millares de estancias.

Un armario plagado de estantes y cajones.

Una televisión o una radio con interminables frecuencias.

Un abanico que airea inagotables posibilidades.

 

 

Extensa, la vida;

corto, este mi espacio de tiempo como hombre.

La vida repleta de acordes

¡virtuosa! vuelca favores.

 

 

La vida es un inagotable diálogo,

la vida por efervescente y fluorescente;

es mi contertuliana favorita.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)