¡Qué nivel de mujer! ¡Y qué nivel de encanto!
Nada ni nadie cuando lo sufría, me hizo creer
para amar en la tierra, lo que por ella canto
que, así como el cielo, su tiempo podría tener.
Es su simpleza, lo que hace sentirse uno santo.
Es su bondad, lo que a diario me da de comer.
Es la fuerza de ser amado, la cura de su llanto
cuando la sigo, admirado, haciéndome crecer.
Por eso, si algún hombre entiende lo sagrado
de saberse entre el amor, anegándose la hiel,
nunca lo alejes pues luego se habrá apagado.
Si como esta mujer, se hiciera suya copia fiel,
otro corazón dejaría de ser doliente y aislado
terminando bañado tan meloso, como su miel.