un día despiertas y ya no eres más tú,
no es tu olor el que se respira en el ambiente,
no reconoces tus manos ni el frio en tus pies,
incluso tu voz es de ultratumba,
como la del vivo encerrado por muerto;
y es que así estás, simplemente muerto,
despojado de todo calor humano,
desarraigado del amor que una vez te convirtió en alma,
de la paz que te dió vida.
abres las ventanas al mundo
y todo está nublado, no hay nadie en las calles,
el árbol que covijaba tu banca preferida se ha secado
y la banca? los ancianos que pasaban todos los días debajo de tu ventana... han muerto,
el perro que ladraba sin cesar estropeando el último sueño matinal
se fue detrás de otro vecino, con otros sueños.
no hay niños, ni viejos, ni perros... ni sueños.