Una vez,
de esas que no se olvidan,
me susurraste
que me querías.
Voy a ser cursi
pero esa frase
¡fue tan bonita…!
que la clavaste
en mi propia vida.
Que tú me quieras
es mi regalo,
mi milagro.
Es todo cuanto quería.
¿Te das cuenta?
Estoy llorando de alegría.
Gracias, de verdad,
por esa frase eterna
que nunca se me olvida.
Y sí, soy un cursi, como dirías,
pero soy feliz. Feliz y feliz.
Y así todos los días.
Ahora cada vez que te veo
quiero que me la repitas.
Ese instante
¡cuántos me lo robarían!
Cuántos a por tu amor vendrían.
Pero que dios nos lo guarde
en un lugar mejor que el cielo.
Que allí tú y yo iremos.
Juntos, siempre juntos,
porque ni vivo ni muerto,
me cansaré de aquel susurro tuyo
que me decía:
Te quiero.
J.M. García
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